jueves, junio 15, 2006

Liminar


Resulta verdaderamente difícil olvidar una frase como esa, la que propone Max Black como ejemplo de la teoría formulada en su Metáfora. De entrada, libre de algún conocimiento de la teoría interaccional de la metáfora, o de su opuesta (o complementaria) teoría conceptual [y es que hay que ver para creer cuántas teorías, unas contra otras, y cada una con un nombre más cartelúo], tanto más interesante y divertida pues se hace propio el planteamiento y en pocos segundos, luego del riguroso y entretenido paseo por las asociaciones, todo está resuelto: es cierto; estás equivocado; cómo saberlo?. Todo dependerá, como dicen los panas de la teoría conceptual, del mapeo experimentado en el sistema conceptual propio y; como dicen los de la interaccional, de la determinación mutua entre tópico y vehículo [claro que ambos refieren preferentemente el proceso de creación de la metáfora, y no nuestro divertimento, el fenómeno translinguístico].

Seguimos.

En todo caso, lo que sí es necesario es identificar con precisión [con la que se pueda, claro] qué es un juego de suma-cero [aunque la ignorancia en este caso contribuye con la metralla de resultados cognitivos]: es una modalidad de juego no-cooperativo donde sólo hay un ganador, en caso de participar sólo dos jugadores, y su ganancia está determinada por la pérdida del otro; la única alternativa [relativa, me atrevo] es el equilibrio de Nash.

Así, ya feliz o miserable, liberado o abandonado, victimario o víctima, todos coincidirán en que al momento de disolverse el vínculo, la metáfora es una expresión gloriosa e inatacable de su coyuntura. Es así pues.

También habrá quienes empalagados por las mieles del reciente cambio de estado, aún confiados en su decisión y fresca todavía la celebración, se unirán a los ya mas longevos y establecidos para sostener, intransigentes, que la metáfora es imposible o absurda y que la única cualidad coexistente en ella surge precisamente en el escenario de equilibrio de Nash [obviando la temporalidad de ese equilibrio en un juego sin límite, como demanda nuestro tópico], aunque no están de acuerdo, además, con que se trate de un juego no-cooperativo.

Están los que en medio del problema ven hacia los lados sin saber cómo salvarse [y hasta salvar al otro]: si continuando el juego con el ansia suplicante del equilibrio; si rechazando la no-cooperatividad sin negar el juego [obviamente planteándose un determinado objetivo común, cooperando pues]; o si rindiéndose al indefectible resultado del juego de suma-cero sin límite, pretendiendo adelantarse en el resultado.

Otros, tomarán partido por cualquiera de las radicales sí o no por no saber, o por conocer de segunda mano, por ser testigos referenciales seguramente anclados en la imagen proyectada por su propia experiencia familiar, en un plano diferenciado del que tiene o tuvo intención o experiencia de crear una célula social. Pero a fin de cuentas no saben; o saben distinto. Apuestan, pues.

Obviamente no faltará el observador fatuo.

Como vemos, el que tuvo no quiere para los demás, o quiere algo mejor [no necesariamente distinto]: no juegues; gana; o no dejes de jugar; el que tiene cree o quiere creer que el equilibrio puede mantenerse [no creemos dice la Gaceta], o se esfuerza por cooperar en la convicción de lo absurdo de la propuesta, mas entendemos siempre que no será su intención apresurarse a dar la puñalada; y el que no sabe, pues feliz como una lombriz, a fin de cuentas todavía no le importa [mucho, al menos].

Para mí, el juego terminará siendo tarde para saber si "El matrimonio es un juego de suma-cero", y a empezar otra vez.

3 Comments:

Blogger Verónica E. Díaz M. said...

Pues, que espinoso es el asunto y ni jugar pretendo, que de probar da miedo y solo de solidaridad comento.

junio 16, 2006 8:23 a. m.  
Blogger ZicoCarioca said...

¿Que que que qué?

Saluts!

junio 17, 2006 6:11 a. m.  
Blogger Ocioso said...

Desde Vitalis Pausa llegué al Diario de Veronika, quien encabeza las quejas. Un cuento suyo me hizo recordar lo del matrimonio. El desvarío es propio. Lo leo y tampoco me hace mucho sentido; lo vuelvo a leer y me lo hace creer, y (como dice "El Papelito" de Garmendia) "cada vez que lo leo me tiro un peo".
Brindaremos por tí...

junio 19, 2006 7:38 a. m.  

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